FECHA:
2021
IDENTIFICADOR UNIVERSAL: http://hdl.handle.net/11093/4772
MATERIA UNESCO: 5499 Otras Especialidades Geográficas
TIPO DE DOCUMENTO: bookPart
RESUMEN
Desde el océano Pacífico hasta la cordillera de Los Andes, la región chilena de Atacama presenta un paisaje de carácter ancestral. Las formas de relieve en este territorio que se extiende paralelo a la costa, con un promedio de precipitaciones anuales muy bajo (24 mm), derivan de una larga historia geomorfológica. Su origen está relacionado con la evolución del antiguo continente de Gondwana y sus paleo-paisajes, expuestos durante largo tiempo a los procesos de meteorización y erosión (Rabassa, 2014). Entre las formas de relieve de rango dimensional meso-micro destacan las cavidades rocosas conocidas con el nombre de tafoni, que fascinan desde hace más de un siglo a los investigadores y estudiosos de las Ciencias de la Tierra; y también, en la actualidad, al público general. Los tafoni (en singular tafone) son huecos o cavidades, parcial o totalmente cerrados, que crecen en el interior de los bloques rocosos (Reusch, 1882; Penck, 1894). Estas geo-formas, también denominadas horados (Prado, 1864), niches (Bryan, 1928), cavernous rock surfaces (Blackwelder, 1929), taffoni (Bourcart, 1930) y hohlblockbildungen (Klaer, 1956) presentan dimensiones centimétricas-métricas, encontrándose en cualquier litología o medio climático (De Uña-Álvarez, 2012). En muchos casos el interior de estas cavidades rocosas está diversificado en alveolos de planta circular o elíptica, separados por resaltes rocosos. Desde finales del siglo XX gran parte de la investigación sobre estas formas ha estado centrada en explicar su génesis. Algunos autores relacionan el origen de los tafoni con procesos exógenos desencadenados por las oscilaciones térmicas (e.g. Kvelberg y Popoff, 1938; Hall y André, 2006), los ciclos de hielo-deshielo (e.g. Cailleux, 1953) o la cristalización de sales (e.g. Prebble, 1967; Bradley et al., 1978; Young, 1987; Huinink et al., 2004). Otros autores consideran un origen ligado a procesos sub- superficiales de meteorización y erosión diferencial (e.g. Panzer, 1954; Wilhelmy, 1964; Matsukura y Tanaka, 2000; García-Rodríguez y Centeno, 2014). Además, existen evidencias sobre la génesis endógena de los tafoni, ligada a procesos de deformación de las rocas durante la intrusión (Vidal-Romaní y Gracia, 1987; Vidal-Romaní, 2008; Roqué et al, 2013). La hipótesis más reciente establece un origen para los tafoni en rocas magmáticas como resultado de dos fases (Vidal Romaní et al., 2014): la primera, en ambiente endógeno; la segunda, una vez que la forma es expuesta en la superficie terrestre. Será en la segunda de ellas cuando, tras el inicio de la desagregación granular o la descamación en la base o en las paredes de los bloques rocosos, el crecimiento tendrá lugar en una cavidad única o segmentada en pequeños dominios; su desarrollo puede borrar la rugosidad de la superficie interna, o progresar más activamente en algún dominio hasta que se abre una ventana al exterior. Por último, la degradación total (estado no activo) acontece por la ruptura o el volcado de la forma. Los primeros estudios en el mundo sobre estas geo-formas las definieron como elementos singulares en los paisajes rocosos, buscando la explicación del fenómeno (De Uña-Álvarez, 2008). En la Sierra de Guadarrama (Sistema Central, Península Ibérica) su presencia llamó la atención de Casiano de Prado (1864) ya que taladraba, de manera asombrosa, una masa de granito. Hans Reusch (1882) observó el mismo fenómeno en los granitos de Córcega, empleando para su designación un término local derivado del verbo tafonare (abrir una ventana al exterior); y Ragnar Hult (1899) calificó su hallazgo en el sur de Ourense (Galicia, noroeste de la Península Ibérica) como resultado de un “misterioso camino” en los procesos de meteorización del granito (De Uña-Álvarez y Vidal-Romaní, 2005). Después de cien años de investigación sobre el tema de los tafoni, los casos del litoral de Atacama (Chile) aparecerán citados como ejemplo de las geo-formas
desérticas (Cooke et al., 1993) y adquieren un reconocimiento universal en el contexto de los estudios sobre paisajes graníticos (Godard, 1977; Twidale y Vidal-Romaní, 2005). Una nueva etapa se abrirá con el inicio del nuevo milenio: su consideración como bienes patrimoniales.